EUROPA, SUMA DE DIVERSIDADES

Los ciudadanos y consumidores de las regiones españolas ante una Unión Europea de todos y para todos

Los ciudadanos-consumidores nos enfrentamos hoy día a un entorno dinámico y en constante evolución, en el que los cambios se suceden a gran velocidad. La Unión Europea es quizás el mayor y más importante elemento en este contexto, junto a otros como la “globalización” y las herramientas de comunicación como Internet.

Los ciudadanos-consumidores, como principales agentes a los que la normativa de la Unión afecta, no podemos mantenernos pasivos en relación a la orientación y objetivos de las políticas de la Unión Europea, que afectan decisivamente a todos los aspectos de nuestra vida y nuestro entorno: la educación, la seguridad alimentaria, la defensa y, sobre todas ellas, el Consumo.

La actuación de la Unión debe responder a las necesidades y exigencias de los propios ciudadanos y consumidores de los Estados miembros en múltiples campos: desde la seguridad de los productos que consumimos hasta la seguridad en la adquisición y disfrute de productos y servicios financieros (“la seguridad del ahorro-inversión”), pasando por otros muchos aspectos del día a día de los europeos como consumidores.

El mercado único, y ahora aún más si cabe en la Europa de los 25, conlleva que podamos acceder a una cada vez más amplia oferta de productos y servicios con las indudables ventajas que ello reporta, pero ante las que también debemos ser cautelosos. Y es que, ante este gigante consumista las políticas e instrumentos de información, formación, representación y protección de los consumidores europeos resultan de vital importancia.

Sin embargo la Unión Europea no es una realidad definitiva y acotada, sino que se constituye como un proceso de construcción de un espacio plural y democrático en lo político, lo social y lo económico y que debe de ser levantado de forma conjunta y activa por millones de europeos. Los ciudadanos-consumidores no podemos mantenernos pasivos. Tanto nuestro modus vivendi y nuestro status están siendo reformados y tenemos el derecho, casi la obligación, de opinar y ser parte activa del proceso.

En la actualidad, no obstante, no se aprecia esa posición activa. La desconexión entre la Unión Europea y los ciudadanos es patente, así como el desinterés de los ciudadanos por el propio proceso de construcción de la UE. ¿Justifica la desconexión UE-ciudadanía la ausencia de una ciudadanía activa? Más bien al contrario: debería dar lugar a una reacción positiva de la sociedad exigiendo cambios. En cualquier caso, los bajos índices de participación en las elecciones al Parlamento Europeo y en el Referendum sobre la llamada “Constitución Europea” y los “noes” de Francia y Holanda a la misma constituyen una muestra de que, al menos, los europeos no permanecemos impasibles ante los cambios.

En el fondo, parte del actual problema deriva de la insuficiente información, de la ausencia de suficientes campañas y proyectos que, como el presentado en esta web, lleguen a amplias capas de ciudadanos-consumidores, y de la implementación de políticas europeas insuficientemente explicadas a los ciudadanos o influidas en exceso por los lobbies de los sectores empresariales y financieros, entre otros motivos.